Andrés Neuman (1977) nació y pasó su infancia en Buenos Aires. Hijo de músicos argentinos emigrados, terminó de criarse en Granada, en cuya universidad fue profesor de literatura latinoamericana.
A los 22 años publicó su primera novela, Bariloche (Anagrama, 1999, reeditada en bolsillo en 2008), que fue Finalista del Premio Herralde y elegida entre las revelaciones del año por El Cultural. Sus siguientes novelas fueron La vida en las ventanas (Espasa, 2002), la autoficción familiar Una vez Argentina (Anagrama, 2003, nuevamente Finalista del Premio Herralde) y El viajero del siglo (Alfaguara, 2009), que obtuvo el Premio Alfaguara, el Premio Tormenta y el Premio de la Crítica.
Tanto su obra poética como narrativa poseen lucidez, concisión y apertura hacia nuevos mundos posibles, sin prescindir de lo cotidiano. Sin duda, Andrés Newman es uno de los autores más sobresalientes de su generación. Andrés Neuman es además uno de los más notables de la narración breve. En su obra publicada en 2009 bajo el título de El Alumbramiento, Newman elabora una sección con el título "Dodecálogos de un cuentista" en la que comparte con sus lectores algunas claves del arte de la narración breve como por ejemplo, las tres siguientes:
"En las primeras líneas un cuento se juega la vida; en las últimas, la resurrección. En cuanto al título, al contrario de lo que muchos piensan, si es demasiado brillante, se olvida fácilmente": de manera hiperbólica, se nos expresa la importancia del comienzo y el fin de un relato. Desarrollando más la idea, se podría decir que el principio básico para crear un determinado interés en el lector y captar su atención, pero el final lo es para que el cuento no caiga en el olvido una vez terminado.
"Contar un cuento es saber guardar un secreto". Neuman utiliza una paradoja entre "contar" y "guardar" para llamar la atención de su lector. Este aforismo en cuestión, está relacionado con otro de Voltaire: "el arte de aburrir consiste en contarlo todo". Es decir, en un cuento es igual de importante lo que se cuenta que lo que se calla.
"Terminar un cuento es saber callar a tiempo". El autor debe ser consciente de que cuando lo que quiere contar ya está escrito en su relato, no hace falta seguir. El final de un relato es lo que marca la diferencia entre una obra buena y otra mediocre. No sirve para nada alargar por alargar, hay que saber cuando poner punto y final.
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