lunes, 22 de septiembre de 2014

A las Orillas del Duero

    Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.
      Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
oscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes de río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—,
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.
      El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
            ¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aún van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!
      Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó?  Sobre sus campos aún el fantasma yerta
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.
      La madre en otro tiempo fecunda en capitanes,
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
      Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
      El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.
 
El poema "A orillas del Duero" escrito por Antonio Machado,  pertenece a su gran obra Campos De Castilla publicada en 1912 y ampliada en 1917. Antonio Machado describe una Castilla, desierta, miserable, a la que el paso del tiempo ha deteriorado.

 El tema fundamental que narra el poema es la actitud de Antonio Machado ante la situación del paisaje castellano. El poeta describe con asombrosa destreza el entorno que le rodea; un día soleado, un buitre volando, una colina al fondo, personas en el horizonte ...y las aguas del Duero. Compara lo que ve en ese momento con la gloria pasada del Reino de  Castilla.
El poema de Machado tiene sin lugar a dudas una visión crítica en la que Castilla sirve de medio al poeta para criticar la sociedad española de la época.

La métrica de este poema es de arte mayor y su rima es consonante. Consta de pareados alejandrinos, característicos del movimiento modernista a lo largo de todo el poema.

Los recursos estilísticos más destacados que aparecen en este poema son las interrogaciones retoricas, las cuales utiliza porque el poeta esta indignado ante la situación de Castilla: “¿Espera duerme o sueña?” o  “¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?” , también encontramos varias personificaciones como en “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia lo que ignora”, “el Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla. También aparece el símil;harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra”.
En cuanto a los recursos de repetición, aparece una anáfora en los versos 16-17, porque sigue describiendo el paisaje. Por otro lado también encontramos un paralelismo en los versos cuarenta y uno y cuarenta y dos se repite la misa estructura sintáctica o más bien el mismo verso que en los versos sesenta y siete y sesenta y ocho “castilla miserable ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora”, así que también se trata de una repetición, que viene dada porque resume la tesis de Machado sobre Castilla.

 

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